A subasta un importante testimonio de la revolución en Barcelona contra Espartero de 1843
Se trata de una pintura del poco conocido pintor catalán Antoni Ferran y Satayol (1786-1857) y representa la huida previa de la ciudad por parte de la población antes de un posible bombardeo a los pies de la fortaleza de Montjuic. Se subastó el 23 de febrero y las entidades públicas fueron los compradores de dicha obra.
Situación político-social previa a los bombardeos de Montjuic
El siglo XIX es uno de los más convulsos para la historia de España, donde gobiernos, revoluciones, guerras y abdicaciones se sucedían crónicamente cada cinco o diez años. Debemos viajar en este contexto para entender el óleo sobre lienzo que pone a la venta Subarna: después de la muerte de Fernando VII y con un testamento cuestionado por su hermano, el infante Carlos María Isidro, las guerras carlistas empezaron en España, y facciones de todo tipo nacían en cada región de la península. La regencia, encabezada por la reina Maria Cristina de Borbón Dos Sicilias buscó a un general que pudiera sofocar la oposición al reino de su hija, y uno de los nombres más destacados fue sin duda el General Baldomero Espartero (1793-1879).
Sus victorias contra los carlistas fueron muy celebradas por el gobierno y la corte, destacando la batalla de Luchana, que al ser ganada, derivó al famoso “abrazo de Bergara”, dónde los ejércitos partidarios a la Ley Sálica depusieron las armas.
A raíz de sus triunfos, su figura ganó una fama inaudita tanto en el plano nacional como internacional: fue condecorado con la legión de honor francesa, la reina Victoria del Reino Unido lo decoró con la orden de Bath, y un largo etcétera de príncipes y monarcas que le enviaron misivas felicitandolo por restaurar el orden. Gracias a tan importantes reconocimientos, su figura se vió perfecta para el ámbito político, ya que la situación en España era aún delicada. En ese sentido, seguían habiendo guerrillas y revueltas en distintos puntos del territorio y Madrid buscaba mano dura: Espartero era la solución entre el militar y gobernador de la olla a presión que se estaba generando.
Una regencia breve y la caída en desgracia de Espartero
El gobierno de Baldomero Espartero fue breve y tan movido como la década anterior en la que tuvo que luchar contra los carlistas. Aupado por una idolatría que a veces rozaba lo imposible, fue declarado regente en 1841, previa salida al exilio de la Reina María Cristina de la que había perdido el favor. La etapa de su regencia (1841-43) se caracterizó por personalismos y decisiones cuestionables en lo moral y económico que poco a poco, generaron un descontento popular que se expandió de punta a punta del territorio (al fin y al cabo no debemos olvidar que en la presidencia de tan importante empresa estaba un militar y no un tecnócrata político). Así pues, el primer elemento subversivo en las altas esferas lo encontramos con el teniente general O’Donell (1841) y posteriormente con “la revuelta algodonera” de Barcelona (1842). Este último suceso es el que provocó los primeros y muy sangrientos bombardeos de la capital de Catalunya. El capitán general de la ciudad, Antonio van Halen, aplicó uno de los típicos ataques contra la población civil: bombardear de forma continuada durante días desde la fortaleza de Montjuic hasta apaciguar cualquier movimiento en la ciudad. Según el propio Espartero «A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada cincuenta años», así que nos podemos hacer la idea del odio que empezó a generarse en contra de su figura. Esta situación, junto con otros bombardeos acaecidos en otras ciudades como Sevilla, derivó en una repulsa ya de carácter general y la situación se fue agravando hasta un término político insostenible. Su vuelta a Madrid precipitó definitivamente su caída como regente del reino ya que los militares moderados, mayoritarios en ese momento, y los progresistas, lo presionaron para echarse a un lado: de esta forma disolvió las cortes y marchó al exilio.
Satayol, cronista bajo los pinceles y el óleo
Antoni Ferran y Satayo vivía en este convulso momento, y fue uno de los mejores exponentes en el género de pintura histórica. Se formó primero en la Llotja junto a Josep Flaugier, pintor del neoclasicismo catalán, y gracias a este, incorporó en su estilo el academicismo prerromántico que marcó su carrera posterior. Al salir de la escuela superior su carrera despegó de forma meteórica: participó en numerosas exposiciones de Barcelona, como la de la Junta de Comercio en 1826, en la que obtuvo una Medalla de Oro, así como en la de 1838; también en las que desde 1844 convocaba anualmente la Asociación de Amigos de las Bellas Artes. Además, la reina María Cristina adquirió su cuadro Petrarca y Laura en 1836, llegando en ese sentido a los círculos reales de Madrid.
Forjada esta fama es cuando coincidimos temporalmente con la obra de la subasta del 23 de febrero en Subarna. Los ánimos en la ciudad de Barcelona estaban a alta temperatura y periódicamente durante toda la década de 1830-40, se repetían pequeñas revueltas y escaramuzas, llamadas popularmente bullangas. Encontramos dentro de esta década revolucionaria una obra de Ferran: Acción del populacho barcelonés (1835). Este óleo sobre lienzo, actualmente en propiedad y exhibido en el MUHBA de Barcelona, es un fiel testimonio del descontento popular. En este, podemos ya entrever lo que pasaría en 1842, dónde las clases humildes y trabajadoras empezaron a sublevarse en contra de los altos estamentos y el gobierno. De ahí saltamos a 1843 con la obra de Subarna: después de 1842, como hemos citado previamente, la revuelta de los algodoneros fue sofocada pero con graves consecuencias políticas para Espartero. Las brasas de los revolucionarios seguían activas y la capitanía general de Barcelona era consciente de ello; debido a esto empezó a correr el rumor de un nuevo levantamiento popular y consecuentemente de un bombardeo. Antoni Ferran vivió en primera persona ese instante, y creó una vez más, una crónica invaluable para la historia: como la ciudad de Barcelona huía ante el terrorífico Montjuic.
La obra y su estilo
La composición de este óleo sobre lienzo de gran tamaño (92,5 cm x 126 cm) ofrece un fiel testimonio de varias características de la ciudad y su sociedad. En primer término encontramos una gran agrupación de personas que parece huir. A diferencia de la obra Acción del populacho barcelonés (1835) no encontramos a una Barcelona efervescente con ganas de lucha y en contra del gobierno central: la lección de 1842 con 1014 proyectiles lanzados, 462 edificios destruidos o dañados y entre 20 y 30 muertos estaba aprendida. Con lo cual vemos a toda clase social, fuere la que fuere, escapando de las murallas y sin beligerancia alguna. Encontramos, empezando por la parte inferior derecha, mercaderes, con carros y barricas preparadas para la travesía. También en esos carros, enfermos y mutilados con necesidad de auxilio, y siguiendo las agujas del reloj, una monja, probablemente de un hospicio para chicas: si fijamos bien nuestra vista veremos a varias niñas de pronta edad con misma indumentaria de uniforme. En el siguiente bloque, en la parte central y izquierda, es donde vemos más contrastes sociales: desde dos figuras burguesas y aristocráticas vestidas con estridentes y elegantes colores, a sus (posiblemente) criados empaquetando colchones y llevando cofres a sus espaldas. Siguiendo las ya citadas agujas del reloj, y en la parte izquierda, vemos una de las puertas de la ciudad, por donde la población está saliendo.
Ya en el plano de la muralla y de la ciudad encontramos detalles muy curiosos. En primer término, poleas descargan enseres y bienes, pero ¿y qué hay de la localización?. Las distintas zonas nos sitúan exactamente en el área cercana a la Ciudadela de Barcelona, por tanto podría tratarse del “Portal nou” o el “Portal de San Daniel”. Estas dos entradas debían tener la perspectiva que vemos. En primer término la ciudad, con la gran nave de Santa María del Mar, iglesias y campanarios, y ya al fondo la temible fortaleza de Montjuic.
El estilo que desarrolla Ferran en este óleo no dista de las de la anterior década. En ese momento se encuentra en su etapa de madurez, cuando pintaba principalmente pintura religiosa, histórica y mitológica. Durante esta fase usa la paleta de color para diferenciar estamentos sociales, la importancia de los personajes y sobretodo, centrar la atención en composiciones muy repletas. El uso de la luz también es propio del academicismo tardío neoclásico y prerrománico, donde predominan escenas importantes llenas de luz, y las sombrías las secundarias.
Para terminar, debemos remarcar de nuevo la importancia de esta obra como uno de los más inéditos certificados de la historia de Barcelona y en uno de sus más convulsos momentos. Este lote conecta directamente con política, poder y en primera instancia, arte testimonial. Dentro de la cronología del propio artista, Ferran Satayol, la obra recobra gran importancia, siendo probablemente una de las mejores de su última etapa como artista.