¡Volvemos a escribir sobre los mejores joyeros reales del mundo! (muchos de vosotros nos lo habéis pedido). En este caso podríamos hacer un gran, grandísimo repaso a las joyas de la familia real británica pero queremos acotar, acotar a una colección aún muy desconocida por muchas personas: la colección legada en 1942 por la Sra. Margaret Greville (1863-1942). Algunas de las alhajas que veis en actos oficiales y familiares forman parte de esta controvertida herencia, pero pocos son capaces de detectar cuáles. ¿Queréis descubrirlas? Miremos primero el contexto.
Contexto y retrato de una snob
Nacida como Excma. Sra. Margaret Helen Anderson, era hija de William McEwan, un multimillonario del sector cervecero inglés, y de Helen Anderson, anterior cocinera y amante de William. Su educación estuvo a la altura de los grandes apellidos del Imperio Británico, teniendo los mejores tutores y aprendiendo como las damas de la época, aislada y sin un contacto muy directo con la sociedad real del momento. Ese hecho propició, creemos desde Subarna, un carácter que más tarde marcó toda su vida: una mezcla entre el esnobismo inglés junto con una distancia propia de una alteza real o serenísima (sin ser nada de esto ella). Ya en la edad adulta se casó con Ronald Greville (adoptando su apellido hasta su muerte), aumentando considerablemente ambos su fortuna. La Reina Madre, que se haría muy amiga de ella, la describió de la siguiente manera:
"Tan astuta, amable y tan divertidamente cruel, aguda, y muy traviesa; en conjunto una persona genuina, un personaje".
Cecil Beaton la describió no tan amablemente como:
"Un viejo sapo galopante, codiciosa y esnob, que se regó las costillas ante la vista de la realeza y del Príncipe de Gales, y no hizo nada por nadie, excepto por los ricos".
La herencia
Con esta definición personal por parte de sus allegados entendemos en cierta manera el por qué de su legado: era un golpe final para encumbrarse póstumamente en los ambientes reales que tanto codició toda su vida (sin recibir nunca un título nobiliario por parte de los Windsor). Tanto fue su acercamiento y sus alabanzas a tan rancia familia que en 1942, al morir, la propia Reina Madre remitió en varias cartas a conocidos suyos que "tenía una gran curiosidad por saber qué pasaría en la lectura testamentaria". Y su curiosidad llamó al destino, ya que le legó personalmente a ella una gran finca repleta de tesoros (que por estética la Reina la traspasó automáticamente al National Trust), una colección de joyas que concierne a este artículo y lo más sorprendente, un fideicomiso para la princesa Margarita, por ser la hija pequeña de los monarcas (y por tanto sin recursos en un futuro próximo).
Hemos de matizar por último y antes de zambullirnos en este magnífico joyero, que tal legado causó un gran estupor en la sociedad de la Segunda Guerra Mundial. La Reina intentó mantener en secreto esta herencia debido a las penurias que pasaba la sociedad, tal y como le confesó por carta a la Reina Madre María, y cuando el caso estalló, el propio parlamento británico le pidió cuentas a Isabel. Cuando vieron que todo estaba en orden y era legalmente lícito, los Windsor se quedaron tranquilos. Por deferencia al pueblo, no lucieron una sola pieza de los Greville hasta 1947, pasada ya la contienda.
Descubramos 9 piezas que sabemos de primera mano que saltaron del plebeyo joyero al más real de todos.
1. La tiara tipo panal de abeja Greville
Esta es de las piezas que más impresionaron, seguro, a la Reina Isabel cuando le fue revelado que sería para ella. Fue realizada por Lucien Hirtz, diseñador principal de la casa Boucheron, en un elemento muy típico de los historicismos de finales del XIX y principios del XX, el panal de abeja (ampliamente asociado al estilo imperio). Al principio constaba sólo de las tres líneas y media de brillantes montados en esta curiosa morfología, pero al heredarla la reina tuvo un capricho (¿más?) en cuestión estética: aumentó su altura añadiendo, por la casa Cartier, seis hornacinas con diamantes de gran tamaño que le pertenecían, en talla marquise y brillante. Este sencillo pero costoso arreglo le confirió a la diadema un cierto aspecto de verticalidad y una vocación mucho más regia, ¿no créeis?. Como el resto de piezas de este importante conjunto, en 2002 pasaron a la Reina Isabel II y esta la cedió en lo que parece a título perpetuo a su nuera Camilla Parker.
2. El collar festón Greville
Si la anterior tiara ha generado en ti un efecto WOW, este pesado collar hará que infartes al instante. Fue diseñado por Cartier para nuestra opulenta protagonista y en su origen sólo contenía dos filas de brillantes engarzados en pequeñas piezas cuadrangulares. En 1929 Margaret creyó que estas dos bandas no eran suficientes para ella y su nuevo estatus social y encargó a la misma casa tres más, enganchándose con dos hebras al diseño original. Es así como llegó a los días de el legado Greville a la Reina Isabel (1942) la cual luciría esta pieza en ocasiones sumamente importantes ya como Reina Madre, como en una visita de estado de Francia. Cuando murió en 2002, esta, junto al resto del joyero de los Greville pasó a su hija, que jamás luciría esta magnífica alhaja. Directamente, en 2005, se la cedió a Camilla Parker Bowles, quien la ha lucido en varias ocasiones en su versión extendida de cinco hileras.
3. Los pendientes chandelier o de araña Greville
¿Puede una joya en diamantes contener todos los tipos de corte? Si pensáramos en ello probablemente nos vendría a la cabeza un esperpento de pieza, pero en este caso, es el súmmum de la elegancia y el buen gusto. En su origen se trataba de unos pendientes cortos con sólo dos tallas, pero como hiciera en el collar festón, Margaret las aumentó de tamaño y modificó para que parecieran una "chandelier" art decó. El resultado, lleno de movimiento contiene la talla esmeralda, pera, cuadrado, media luna, trapecio y baguette y fueron una de las piezas que los dos monarcas cedieron directamente a la princesa Isabel cuando se casó con Felipe Mountbatten en 1947. Por ese motivo la joven heredera las lució con gran frecuencia en los eventos más formales durante toda la década de 1950. Al subir al trono las relegó para eventos muy puntuales, ya que accedió a conjuntos más ligados a los Windsor en cuanto a historia y pasado dinástico.
4. El broche de lazo Greville
¿Volvemos a una joya de infarto? ¡Claro que sí!
En este caso esta pieza fue localizada en el legado de los Greville no hace muchos años, gracias a la publicación "The Queen's diamonds" de Hugh Roberts. ¿Por qué? este broche, creemos, fue considerado demasiado aparatoso por parte de la Reina Madre y sólo fue lucido en dos ocasiones. Al heredarlo Isabel II, tampoco fue sacado de su estuche. El origen de este es incierto en cuanto a su montaje, pero hay teorías que afirman que se construyó a partir del desvalijo de una importante tiara de Margaret. Con las piedras restantes (que no serían pocas) se pudo crear tanto la "honeycomb" tiara como este lazo hipnótico "full" de brillantes.
5. El collar de esmeraldas Greville
Este collar es una de las apariciones de la piedra de color que tanto deseábamos conocer. Su origen es aún muy incierto, ya que una publicación en relación a las joyas secretas creadas por la casa Boucheron lo atribuyen a dos ilustres propietarias: la primera sería Maria Antonieta de Francia y la segunda Josephine Beauharnais. Por probabilidades muchos expertos descartan a la reina de Francia, ya que ni su joyero tenía predilección por las esmeraldas (si no por los diamantes blancos, perlas y los zafiros más borbónicos) ni se conocen muchas piezas con esta gema. Si se pudiera asociar a alguien sería a Josefina ya que tuvo no sólo un joyero camaleónico y mastodóntico, si no muy variado en cuanto a gemas. Fuere como fuere, esta pieza se montó para la srta. Greville y más tarde pasó a la Reina Madre que lo usó en varias ocasiones importantes. Se sabe que este perteneció a Margaret ya que la esposa de Eduardo VI no empezó a usarla hasta finales de los años 40, y no aparece en ningún inventario del joyero real o como regalo de algún evento significativo en el matrimonio.
6. El broche en bucle Greville
Os presentamos tal vez una de las joyas más sencillas en cuanto a valor gemológico pero digna de ser destacada tanto por su elegancia como por el uso de las dos reinas poseedoras que os hemos hablado. Fue creado en 1929 por la casa Cartier para uso poco formal, tal y como harían las herederas de este. La Reina Madre lo usó en infinidad de ocasiones en eventos tanto de tipo caritativo como más formales, e Isabel II seguiría la misma estela. Sencillo pero resultón, ¿no?
7. La tiara Kokoshnik de esmeraldas y diamantes Greville
Esta diadema fue realizada en 1921 por la casa Boucheron de nuevo para nuestra ilustre invitada de hoy. Hay poca información sobre esta pieza ya que (casi) nadie de la familia real la ha lucido en los casi 100 años que lleva guardada en sus cajas fuertes. Saldría a la luz en 2018 cuando la princesa Eugenia de York se tocó su peinado con tan elegante tiara el día de su boda, a conjunto no solo con sus pendientes si no con sus ojos también. Hay varias teorias por las que se especula su falta de protagonismo en los Windsor y una de ellas la descubrimos al ver el perfil de dicha joya: para ser fijada debe ser colocada alrededor de toda la cabeza, ya que tiene forma totalmente circular (casi totalmente cerrada) con lo cual, más de dos horas con ella pueden ser una tortura. Además princesas y reinas británicas están acostumbradas a piezas de más altura y raramente les vemos con pequeñas tiaras, así como si las apreciamos a los holandeses, belgas o noruegos.
8. Los pendientes “gota de agua” Greville
¿Importa el tamaño? en las joyas creemos que sí. Estos dos increíbles pendientes fueron realizados por la casa Cartier con unos increíbles diamantes genuinamente seleccionados de 20,66 y 20,26 quilates cada uno. Tanto por su elegancia como por su aspecto majestuoso, fueron ampliamente usados por la Reina Madre tanto en eventos de día semi-formales como por los nocturnos de gala, siendo conjuntados habitualmente con la tiara en forma de panal de la misma Margaret. Isabel II también los usaría, pero con menor frecuencia, ya que ya como monarca (que no consorte) se decantó una vez más por pendientes más asociados a la dinastía, como los de coronación (con similares características pero mayor tamaño).
9. Collar bandeau floral en diamantes y rubíes
Más color para las colecciones reales inglesas: este vertiginoso collar entró en el joyero de la srta. Greville en 1907 cuando lo adquirió en París a la casa Boucheron. Realizado con unos rubíes muy vívidos e infinidad de diamantes, esta pieza no está hecha para cualquier dama. Su forma en puntiaguda V y su largada desafía al escote en gran manera. Por ese motivo cuando le fue regalado a la joven princesa Isabel en su boda con Felipe Mountbatten, lo primero que hizo fue desmontar dos partes en ambos extremos. Al sacar dos secciones de flores, el collar subió unos tres dedos, y el escote no quedaba tan comprometido. Durante la juventud de la princesa Isabel apareció en multitud de ocasiones, pero como ha ocurrido con otras piezas de este joyero plebeyo, cuando entraron en juego las joyas dinásticas de la familia tras su acceso al trono, este atrevido collar fue apartado de la primera línea. Sería para la cena de estado a España de 2017 que reapareció en préstamo a Kate, duquesa de Cambridge, y más tarde también con la Reina Isabel en otra cena de estado. ¿Alguien de vosotras se atrevería a lucirlo en su versión más larga?